José Daniel
Si eres un padre o madre, y estás pensando en matricular a tus hijos e hijas en este colegio, no hagas caso a los comentarios de otros padres. Haz caso de las palabras de otro hijo, es decir, de un ex-alumno.
Como en todos y cada uno de los colegios va a haber problemas, cosas que no te gusten y cosas que sí. Te inclines por JM Bilbao o lo hagas por otro centro u otro modelo educativo, lo que es verdad es que en este colegio se cuida muchísimo la relación con los alumnos.
De mi clase, me atrevería a decir que un 90% de mis compañeros está trabajando, al igual que yo, (rondamos los 30 años ya). Todos salimos del colegio con unas bases muy sólidas desde las que crecer, desde las que abrirnos al mundo. Muchos hicieron grados, otros ciclos formativos, pero todos y cada uno de nosotros, desde nuestras posibilidades, fuimos felices allí.
Estábamos rodeados de naturaleza, algo que, cuando eres adulto, no tienes la oportunidad de disfrutar cada día.
Los profesores se dejaban la piel con nosotros. Lo voy a repetir: Se dejaban la piel con nosotros. Yo fui un alumno normal, destaqué en algunas cosas y "pinché" en otras. Y el recuerdo que tengo es el de mi profesora de Matemáticas siempre enfadada porque creía que podía sacar algo más de mí, y la cara de la de Lengua cada vez que tenía que escribir una redacción, un cuento o algo.
Pese a ser un colegio urbano, grande y "de los de uniforme", está lejos de ser un colegio elitista. Tengo amigos que sí que fueron a colegios realmente elitistas, y por lo que me cuentan, no eran colegios donde crecer como niños. Mis amigos asistieron a un caldo de cultivo de tiburones sociales, en donde se fomentaban dinámicas competitivas, de acusar al contrario, de pensar solamente en uno mismo. ¿Os sorprende que trabajen en Bancos en Londres o en Venture Capitals?
Que está genial. Han llegado lejos, muy lejos. Pero a costa de pisar al resto.
En JM se nos educó siempre en el respeto. Es un colegio al que acuden personas de todos los barrios de Bilbao, así que desde pequeño entiendes que el mundo es variado, que hay gente con más suerte y con menos suerte, PERO que todos valemos lo mismo y servimos para lo mismo. Dudo muchísimo que sea así en otros colegios de esos que se identifican por una nacionalidad y un modelo educativo férreo: el Francés, el Alemán, el Inglés...
El comedor, sus croquetas, Paulino, la oportunidad de repetir pollo al ajillo. Nada ni nadie nos ha educado tan bien como lo hizo el equipo de cocina del Jesús María. Allí aprendimos a comer bien, a querer cocinar sano y equilibrado. No tiene catering, tiene un equipo humano que enciende los fogones a las 6 de la mañana para estar preparado a las 14h. Si mal no recuerdo tienen una Q de Plata en la cocina, que es muchísimo para la habitual bazofia que sirven los caterings (por mucho que el colegio de turno te venda que su catering es equilibrado, y habiendo visto bien de cerca algunos de ellos, lo veas como lo veas: es comida rápida).
La educación. Yo no la sentí especialmente católica. Sí, teníamos clase de religión y había alguna que otra misa, pero no eran ni de lejos fanáticos tipo Opus Dei.
Nuestra sociedad tiene un odio ilógico hacia el catolicismo, pero todo el cuerpo de valores humanísticos que prodiga están presentes en cualquier libro de Oysho, en la Guía de Padres y Madres perfectos que tienes en la mesilla, o en cualquier Manual Educativo firmado por un literato inspirado de izquierdas. Sólo que a través de diferentes historias y ejemplos. Lo que importa es el resultado, que salimos educados como estudiantes y como personas.
No hay padres perfectos, de la misma manera que no hay centros educativos perfectos. Pero tengo claro que mis hijos irán a Jesus María, al igual que los de mis ex-compañer@s de clase.